La búsqueda de la felicidad

La felicidad suele ir aparejada a una condición interna o subjetiva de satisfacción y alegría. Algunos psicólogos han tratado de caracterizar el grado de felicidad mediante diversos test, y han llegado a definir la felicidad como una medida de bienestar subjetivo (autopercibido) que influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos. Las personas que tienen alto grado de felicidad muestran generalmente un enfoque del medio positivo, al mismo tiempo que se sienten motivadas a conquistar nuevas metas.

Actualmente la evidencia científica confirma que la capacidad de ser feliz es parte de la evolución y del desarrollo del ser humano y de la sociedad, y que la felicidad y las emociones se contagian, se enseñan y se aprenden, lo que nos pone en la responsabilidad de hacernos cargo de este desafío. Es imposible no transmitir a nuestros seres cercanos la felicidad o la infelicidad que vivimos.

La felicidad produce muchos beneficios en diferentes ámbitos de la vida de las personas. Las personas felices a menudo son más saludables, viven más tiempo, disfrutan una mejor calidad de vida, usan sus fortalezas, debilidades y capacidades más óptimamente y funcionan a un nivel mucho más alto, contribuyendo de esta manera a su propio bienestar, como también al de otros y de la sociedad. La gente feliz es menos proclive a tener depresión, ansiedad, estrés o ira y, aún si la experimentan, ellos tienden a manejarlo mejor y a recuperarse más rápidamente.

Nuestro actual modelo de desarrollo basado en el consumo ha acarreado innumerables beneficios para la humanidad. Sin embargo, nos estamos viendo enfrentados a grandes dilemas como la crisis medioambiental, la pobreza mundial, los vergonzosos niveles de desigualdad (siendo Chile uno de los ejemplos más preocupantes), los graves problemas de gobernabilidad y las demandas por un mayor progreso material que han puesto una enorme presión sobre la salud física y mental de la población. Por lo tanto, es necesario revertir los resultados negativos del modelo socioeconómico imperante, pues si bien este ha promovido un gran desarrollo económico, no se ha traducido en un aumento del bienestar personal, presentando Chile uno de los más altos índices de obesidad en la población escolar; de aumento sostenido de estrés, depresión, alcoholismo y abuso de sustancias, con uno de los mayores aumentos de las tasas de suicidio (55% en los últimos 15 años). Para ello se requiere que el Estado genere condiciones que le permitan a la gente las máximas oportunidades para obtener lo mejor de sus valiosas vidas. A esta tarea se ha venido abocando desde hace decenas de años el Reino de Bután, que ha declarado al mundo que para ellos es más importante la Felicidad Interna Bruta (FIB) que el Producto Interno Bruto (PIB). El FIB incluye indicadores de bienestar psicológico, distribución del tiempo, vitalidad comunitaria, diversidad cultural y sustentabilidad, como medidas de progreso social.

Por otro lado, Martínez Aldunate menciona que un 50% de los niveles de felicidad de las personas están determinados genéticamente a partir de los familiares directos y constituye un potencial hacia el cual se retorna a pesar de haber pasado por grandes dificultades. Sólo un 10% de la felicidad depende de las circunstancias de la vida como son el nivel socioeconómico, la salud o enfermedad, el nivel educacional alcanzado, la apariencia física, etc. Variables como la riqueza y la belleza suelen sobrevalorarse, pero más bien tienen una influencia a corto plazo y limitada para alcanzar la felicidad. El aceptar que las circunstancias de la vida no son la clave nos entrega mucha esperanza para mejorar nuestros niveles de felicidad. El 40% restante depende de nuestro comportamiento y de los diálogos internos respecto de lo que nos sucede. Los pensamientos tienen una gran importancia, pues son ellos quienes determinan como interpretamos la realidad en que vivimos y los juicios que nos hacemos. Una fuente de bienestar tiene que ver con conocer y aprender a reconocer lo que nos decimos frente a nuestras alegrías, pero sobre todo frente a las dificultades que enfrentamos.

Por lo tanto, potenciar la felicidad tanto de las personas como de los países debería transformarse en un imperativo ético y moral para los individuos, los gobiernos y las políticas públicas. Es así como la asamblea general de la Organización de Naciones Unidas reconoce la búsqueda de la felicidad como un objetivo humano fundamental y convoca a proveer políticas públicas que incluyan la elaboración de medidas que reflejen la importancia de esta búsqueda.

 
Por Marta Hernández Carrasco Fuentealba
Profesora Asistente, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, UdeC

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