La legalización de la marihuana

La legalización de la marihuana ha sido un tema recurrente en nuestra sociedad en los últimos años. Los planteamientos de detractores y defensores han sido recogidos por actores políticos que usan este tema para exponer sus posturas sociopolíticas.

Es así como discusiones sobre los efectos de la marihuana en el individuo se abordan con base científica pero, con una constante tendencia a relativizar la información, manipulada desde el modelo político-social por el cual se abandera quien opina. Mensajes como que “la marihuana es la puerta de entrada a las drogas”, no hace ni más ni menos que sostener que el individuo consumidor se desarrolla en sociedad solo en base a la ingesta o no ingesta de una sustancia, minimizando cualquier aspecto biográfico, entorno familiar – social, traumas, historia familiar de prisionización, baja o ausencia de educación, patologías psiquiátricas, etc.

Este planteamiento incluso ha llegado a ser la base de las políticas públicas de nuestro país, en lo que se refiere al problema de salud pública asociado a las sustancias. La implementación ha estado a cargo de organismos gubernamentales que son dirigidos por el Ministerio del Interior, por lo que no deja de ser comprensible el sentido utilitario de este enfoque, el cual avala un rol controlador, e incluso coercitivo de base. Sí es importante recalcar, que existen algunas voces técnicas que han ido redireccionando y humanizando tales planteamientos.

Tenemos también mensajes como que “la marihuana no provoca daño”, lo que en ocasiones se sustenta a través de una argumentación parcializada, enfocándose en los efectos positivos que la marihuana genera en la terapia del dolor, en la atenuación de los efectos secundarios en quimioterapia o en el control de la frecuencia de convulsiones en la epilepsia resistente a tratamiento, circunstancias que tienen investigaciones en curso con resultados prometedores, y que llevan a la población a compartir sus experiencias a través de redes sociales. Pero, es difícil sostener que el consumo habitual es inocuo para el ser humano, sobre todo cuando múltiples investigaciones evidencian desde un daño biológico hasta psicológico, con el consecuente compromiso en la funcionalidad global del individuo. Estos planteamientos mientras más se radicalizan y se “utilizan” para fines partidistas, generan en la sociedad un velo de desinformación que solo nos aleja del desarrollo de un abordaje realmente representativo de las necesidades de nuestro país.

Es tentador para muchos apoyarse en las experiencias de otros países, e incluso, a sugerencias de algunos, replicarlas a pesar de que son Estados que están continuamente revisándolas. Pero, estas políticas se construyeron en pos de una cultura, historia y necesidades sociosanitarias, que difícilmente serán iguales o similares a nuestra realidad.

Por lo anterior, la invitación es a separar la reflexión: analicemos el problema de salud que genera el uso de estas sustancias, y por otro lado, continuemos entendiendo que implican las libertades individuales en sociedad.

 
Por Gonzalo Navarrete Ríos
Director Diplomado en Salud Mental, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC

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