¿Existe realmente conocimiento respecto a la salud y la enfermedad mental en nuestro país? Es una pregunta que surge frecuentemente en mi cabeza al ver como aún las patologías de la esfera mental son un tema tabú en la sociedad. Pese a ser un país con altas tasas de prevalencia de enfermedades psiquiátricas, siendo incluso de los países con mayores tasas de depresión en Latinoamérica, se desconoce mucho al respecto.
Mucha gente considera aún que para acudir al psiquiatra o al psicólogo hay que “estar loco”. El enfoque actual se hace siempre desde la enfermedad, en vez que desde la salud mental. Por esto mucha gente consulta de forma tardía y en vez de poder prevenir y modificar conductas, así como entablar acciones que promuevan la salud mental, nos vemos limitados a tratar un síntoma y, muchas veces, una patología ya bien establecida.
De la misma forma, existe la creencia popular de que las personas con patología mental son peligrosas y que deberían aislarse del resto. Cuantas historias conocemos acerca de aquel “loco del pueblo” a quien todos temen y de quien rehúyen, negándole muchas veces las oportunidades de reinsertarse en esta sociedad, que decide darle la espalda sin motivos bien claros. Este brutal estigma viene tanto de las personas que no son agentes de salud, como de los mismos equipos de salud mental, quienes por medio de conductas paternalistas producen el mismo daño y aún peor, menospreciando las capacidades de los usuarios y fomentando poco la rehabilitación.
Sin ir más allá, cuantas veces vemos cómo se aborda el tema en la televisión o la radio. El esquizofrénico cometió un homicidio, el hombre que estaba en tratamiento psiquiátrico mató a su familia o la niña que se suicidó en un lugar público. Son frases que en sí mismas implican una característica negativa de las personas con patología mental y que no favorecen en absoluto la inclusión, puesto que a partir de ellos se extrapolan conclusiones erradas para otros.
Veo con tristeza como la vergüenza de admitir una enfermedad mental en la familia y la tolerancia desarrollada por las familias para normalizar ciertas conductas, hace que muchos pacientes consulten en forma tardía, cuando la enfermedad ya ha avanzado y dejado secuelas, que son difíciles de superar. Si bien, esto ha cambiado respecto a tiempos pasados, en que se veían pacientes con años de evolución antes de consultar por primera vez, aún vemos que pese a la apertura de información y la disponibilidad de las redes de salud, es una situación que sigue ocurriendo y no con poca frecuencia.
Necesitamos entregar más información al respecto. Necesitamos des-estigmatizar el buscar ayuda cuando se requiere. Necesitamos educar en los colegios, las comunidades e incluso reeducar a nuestros equipos de salud mental y atención primaria si queremos cambiar la situación y la cultura psiquiátrica en nuestro país.
Por María Soledad Prosser
Residente Psiquiatría de Adultos, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC