Una hora menos de descanso y daño a nuestro reloj interno: ¿cuál es la idea?

En 1894, tras adscribir a la convención horaria internacional de Greenwich, Chile fijó para su zona continental la primera señal horaria oficial del país en 4 horas 46 minutos y 36 segundos menos respecto del tiempo medio de Greenwich (GMT). Si bien dicho horario se acerca más a GMT-5, en 1947 nuestro país adoptó como huso horario oficial el GMT-4, el cual se mantuvo relativamente constante hasta la introducción, en 1970, del “horario de  verano” (GMT-3) entre el segundo sábado del mes de octubre y el segundo sábado del mes de marzo inmediatamente siguiente. Esa situación se mantuvo relativamente constante hasta el año 2015, fecha en que el Ministerio de Energía, a través de decreto supremo Nº106, estableció mantener el horario de verano desde esa fecha y hasta las 24 horas del sábado 28 de marzo de 2017.

El año 2016, tras múltiples quejas de la población por aquella medida y la evidencia de algunos perjuicios (ej. alza de 2,4% en el nivel de ausentismo escolar en 2015 respecto de 2014), el Ministerio del Interior a través del decreto supremo N°253 derogó el decreto anterior y volvió a indicar la adopción de 2 husos horarios para el país, pero esta vez limitando el período en GMT -4 (mal llamado “horario de invierno”) a los meses entre mayo y agosto de cada año, desde esa fecha y hasta el segundo sábado del mes de mayo de 2019.

Lo anterior implica entonces que a contar de las 24:00 horas de este sábado 11 de agosto nuestros relojes se adelantaran en 60 minutos con lo cual tendremos una hora menos de descanso nocturno y, por cierto, el día siguiente dura solo 23 horas. Si consideramos que se sabe desde hace ya un rato que nuestro reloj maestro interno, el núcleo supraquiasmático, está programado para ir ciclando cada 24,5 hrs. aproximadamente (“circadianamente”), la anterior medida de nuestras autoridades políticas no solo nos deja 2 horas desfasados del huso horario que nos corresponde geográficamente, sino que también desajusta en 1,5 hrs dicho reloj interno, desde el primer día de este cambio.

El reloj biológico le permite a animales y plantas anticipar la llegada del día, el cual se inicia con la salida del sol. En nosotros la actividad del reloj biológico, además de aquello, regula nuestro estado de alerta y muchas otras funciones internas, como los ciclos de temperatura corporal y de hormonas tales como la melatonina (“hormona del sueño”), los glucocorticoides (“hormona de respuesta al estrés”) y la leptina (“hormona de la saciedad”), entre otras.

Estar alineados cronobiológicamente con nuestro ambiente y respetar el funcionamiento de nuestro reloj biológico es tremendamente importante. No en vano el premio Nobel de Medicina y Fisiología del año recién pasado fue otorgado a los científicos que descubrieron los mecanismos moleculares de los relojes biológicos y la importancia de la ritmicidad circadiana en la fisiología de distintos organismos.

Para lograr un correcto alineamiento entre el reloj biológico de cada persona y el ambiente, los estímulos externos son fundamentales, y de ellos el más importante es la presencia de la luz solar, especialmente en las primeras horas del día. Está demostrado que cuando nuestro horario interno está desfasado con el horario solar y/o con el horario social, se producen una serie de consecuencias negativas tales como obesidad, enfermedades cardiovasculares, privación crónica de sueño, fatiga crónica, trastornos del ánimo y adictivos, además de mayor riesgo de accidentabilidad, disminución en la productividad, etc.

Es por ello que tanto a quienes trabajamos en salud, así como a los cronobiólogos y a otros científicos del área, no nos da lo mismo el huso horario en la que se nos obligue a funcionar y desde hace ya un buen rato estamos pidiendo a nuestras autoridades que se nos deje de modo permanente en el GMT-4 (“horario de invierno”), pues cambiarnos la hora siempre implicará un estrés para nuestro organismo (ej. aumento en infartos al miocardio documentado en la transición al horario de verano) sin ningún beneficio e incluso con perjuicios en aspectos de nuestro funcionamiento social, como los desajustes informáticos, entre otros.

Finalmente creo importante destacar que en nuestro Chile actual, no solo el inadecuado decreto Nº 253 afecta nuestra fisiología, sino también el tener jornadas excesivamente largas de trabajo, horarios de prime-time televisivo extremadamente tardes, aumento de la vida social nocturna y horarios demasiado temprano de ingreso a algunos colegios, nos empujan a una permanente deuda de sueño y a un “jet-lag social” (diferencia entre el horario del despertador y el horario de nuestro despertar natural), lo que repercute negativamente sobre nuestras vidas. Es de esperar que, con todo lo que se ha hablado y escrito en este tiempo acerca de los cambios de hora, nuestras autoridades y la población general reflexionemos un poco más seriamente  acerca de la importancia de respetar nuestra cronobiología y cuidar nuestro sueño como proceso fisiológico indispensable para mantener una buena salud física y mental.

Por Carmen Gloria Betancur
Profesora Asistente, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC

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