Durante los últimos 10 años, uno de los lineamientos de acción propuestos por la Organización Mundial de la Salud y la Sociedad Mundial de Psiquiatría ha sido el desarrollo de una psiquiatría centrada en la persona. Estos lineamientos han sido recogidos en el libro de Mezzich, Botbol, Christodoulou, Cloninger y Sallum del año 2016, titulado Person Centered Psychiatry.
El planteamiento de una psiquiatría centrada en la persona es un desafío que es posible de ser abordado desde distintas perspectivas. Una primera posibilidad es una práctica psiquiátrica personalizada, es decir que considere las características y necesidades del consultante, es decir, sus variables biodemográficas, socio-culturales, biológicas, etc., que hacen de cada consultante un individuo susceptible de ser tratado de acuerdo con las particularidades que este ofrece.
Además del abordaje personalizado del paciente, puede entenderse la psiquiatría centrada en la persona como una ciencia y práctica clínica cuyo principio epistémico central sea el concepto de persona, entendido éste como una estructura antropológica holística que involucre al sujeto y su situación, en particular la interpersonalidad, y las eventuales implicancias que esta tenga en el proceso psicopatológico que el paciente presente. De este modo, se destacan como conceptos psicopatológicos los distintos fenómenos que se han descrito como despersonalización. También, como concepto central de una psicopatología antropológica, lo personal se ha invocado como aquella instancia desde donde el paciente valora su malestar, lo afronta y otorga sentido, aportando de esta manera cualidades particulares al trastorno en cuestión.
Una tercera perspectiva desde donde puede entenderse la psiquiatría centrada en la persona es la ética. Si se privilegia una psiquiatría centrada en la persona, se reconoce la condición personal del paciente como realidad primera, es decir, antes de una enfermedad o de ser enfermo, quien se encuentra consultando es persona y con ello digno de una consideración respetuosa de sus derechos fundamentales. Considerando estos antecedentes, es necesario contar con un concepto de persona para poder esclarecer aquello que involucra una psiquiatría centrada en la persona.
La palabra persona tiene su origen en el término latín personare (“pers” en latín expresa contundencia y “sonare” en la misma lengua significa hacer ruido, sonar, por lo que “personare” significa resonar), que designaba a la máscara del actor o al personaje teatral. Este significado tiene posiblemente su origen en la antigua Grecia, en donde el término prósopon designaba a la máscara que los actores usaban en el teatro. El término prósopon está compuesto por la raíz griega «pros-» que significa «delante de» y «-opos» que significa «faz, cara», por lo que significa “delante de la cara” o máscara. Dicha máscara contaba con la particularidad de poseer una apertura por donde resonaba deformada la voz del actor. La palabra prósopon se identificaba en el mundo griego antiguo con el personaje o rol que encarnaba el actor en la obra teatral, poniendo énfasis en cómo este personaje aparecía, dejando detrás de la máscara al hombre. Por lo tanto, su significado se distancia considerablemente del anthropos u hombre con el que actualmente se identifica el concepto de persona, acercándose más a la noción de rol.
Actualmente, el concepto de persona si bien lleva implícito su significado original en tanto personare, hace referencia al hombre como totalidad, como ser autoconsciente y valorador del mundo, de los otros y de sí mismo. Cabe destacar al respecto los aportes que en Chile ha realizado al respecto Fernando Oyarzún, quien, en su obra, fundamentalmente personalista, hace referencia a la naturaleza interpersonal-relacional de la persona y su fundamento ético. Este último aspecto es relevante, dado que la persona, bajo esta perspectiva, se constituye en el acto desde y hacia el otro, lo que apuntaría a la tercera dimensión señalada de una psiquiatría centrada en la persona.
Tomando en consideración los antecedentes citados, el ejercicio clínico de una psiquiatría centrada en la persona resultaría fundamental para dar cuenta del acontecer del paciente de un modo concreto y situado, es decir, tanto del cuadro clínico como del sujeto y sus circunstancias particulares. Este enfoque no pretende ignorar los aspectos subpersonales del paciente, es decir, la neurobiología que subyace a su trastorno, la categorización diagnóstica, o aspectos psicológicos que participan de su padecer, sino que es un intento por dar sentido a estas particularidades contando por horizonte la totalidad personal. Si se tiene en cuenta esta consideración se evita caer un generalismo que podría impedir una adecuada valoración del consultante y su consecuente tratamiento.
En relación con la dimensión ética de la práctica clínica, la personalización del consultante surge de una relación terapéutica respetuosa de las valoraciones y estimaciones del paciente, más aún si se tienen presentes sus derechos y deberes. Esta apertura, a su vez permite una consideración menos prejuiciada, requisito básico para una adecuada valoración clínica y su proyección en el tratamiento. Este último punto puede ser objeto de debate, dado que involucra un cambio en la distribución del poder en la relación terapéutica, especialmente ante situaciones en que la decisión terapéutica ofrecida por el tratante no concuerda con lo estimado por el paciente.
En síntesis, un modelo de psiquiatría centrado en la persona involucra un cambio de paradigma que cuenta con dimensiones clínicas, éticas y políticas, que puede dar respuestas a las demandas por un ejercicio clínico mutidimensional y que a diferencia del modelo bio-psico-social ofrece un concepto que permite articular de un modo coherente y explícito los distintos aspectos que intervienen en cada persona consultante en particular.
Por Asef Antonio Inostroza
Docente Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC