En estos días hemos visto cuestionada la forma en que se administran los fondos de pensiones en nuestro país, lo que ha puesto en discusión la situación de los adultos mayores, reduciendo lo que denominan “trato digno” a la necesidad de mejorar sus condiciones económicas a través del aumento de sus pensiones.
Si bien es necesario corregir esta situación, este tema me ha llevado a considerar un escenario aún más complejo, el problema de envejecer en Chile. En la antigüedad, el anciano era respetado, sus consejos eran valorados y considerados en las decisiones familiares, y cumplía un rol clave en el funcionamiento de la sociedad. Así la frase “el que más vive más sabe”, no tan sólo parecía lógica, sino que también una ley natural que obedecer. Pero en la sociedad moderna, llena de adelantos tecnológicos y en que se valora más la productividad y utilidad de las personas que su experiencia, se ha relegado a los adultos mayores a un rol pasivo, siendo vistos en muchos casos como un problema más que como un aporte.
A pesar de esta visión, la realidad es otra. Las personas mayores se han transformado en esenciales en el nuevo modelo de sociedad. En estos tiempos, muchas familias han tenido que volver a la casa de los padres del matrimonio, siendo éstos los que sostienen económicamente el hogar. Además, en la actualidad es inusual ver mujeres que se queden en el hogar cuidando a los hijos como antaño, siendo los abuelos y abuelas los que cada día se preocupan del cuidado de sus nietos, porque los padres no pueden pagar un jardín o un cuidador.
Es sabido que nuestra población se encuentra en un proceso de envejecimiento. En Chile la población mayor representa el 15% del total país, es decir alrededor de 2.687.637 personas, proyectándose que para 2020 esta cifra aumentará a 3.264.841. Por esta razón, se hace indispensable tomar medidas para mejorar las condiciones de vida de la población adulta mayor.
El retiro, las nuevas relaciones familiares con nietos y bisnietos, los cuidados del cónyuge enfermo, la adaptación a la viudez, la pérdida de poder, responsabilidad y autonomía, las limitaciones físicas y eventuales discapacidades, son algunos de los problemas comunes entre nuestros adultos mayores. Si bien el Estado tiene mucho que hacer al respecto, siendo su responsabilidad la implementación de medidas que protejan al adulto mayor, también la familia y la comunidad tiene un rol en esta importante tarea.
Cosas tan simples como conversar con ellos, respetar sus espacios, decisiones y costumbres, favorecer la realización de tareas de su interés en el hogar y fomentar su participación activa en la comunidad, puede resultar en una mejor calidad de vida para los adultos mayores. Proteger y mejorar las condiciones de vida de las personas mayores, no sólo nos convierte en una sociedad más justa y civilizada, sino que además nos da la oportunidad a todos, de optar a lo que debería constituir un derecho, una vejez digna.
Por Leonardo Rodríguez Greenhill
Residente, Programa Especialización en Psiquiatría Adultos, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC