Las personas que presentan un diagnóstico psiquiátrico enfrentan diversos tipos de problemas, unos derivados directamente de la enfermedad y otros tantos relacionados con el estigma. Diversos estudios han mostrado que la presencia de estigma dificulta la recuperación de las personas porque disminuye su estatus, baja la autoestima y empobrece las redes sociales, lo que a su vez influye en las oportunidades de empleo, en el acceso y uso de los servicios sanitarios, en la sintomatología, aumenta el riesgo de hospitalizaciones e incide sobre el curso del trastorno. De modo global, disminuye la calidad de vida de las personas que lo padecen.
Por todas estas razones, el estigma ha concitado gran interés durante las últimas décadas y es considerado un problema a abordar, en una perspectiva que va más allá de la salud pública.
¿Y de qué hablamos cuando hablamos de estigma? Éste puede ser entendido como la pérdida de estatus y la discriminación de la que es objeto una persona que presenta un atributo evaluado como negativo por quienes le rodean, por la comunidad a la que pertenece; de manera que es el resultado de una dinámica social y sus manifestaciones varían de una cultura a otra.
La cultura, definida como un conjunto de creencias, normas y valores, estructura lo que es considerado normal y desviado, cómo es definida la enfermedad y cómo y dónde se busca ayuda; por lo que distintas culturas tendrán distintas actitudes hacia la enfermedad mental.
Numerosos estudios han intentado evaluar el estigma y sus consecuencias, la mayoría de ellos se centran en las actitudes que sostiene la población general hacia las personas con trastornos mentales y sólo unos pocos han considerado la experiencia directa de quienes son víctimas de éstas. Cuando se ha preguntado a los pacientes, éstos refieren diversas formas de discriminación que incluyen tanto conductas directas de rechazo social, como la vivencia de estigma, refiriendo sentimientos de inferioridad, de vergüenza y miedo de generar respuestas negativas en los demás, lo que está a la base del llamado auto-estigma.
Siendo conocidas las diversas consecuencias del estigma, permanece vigente el desafío de generar políticas públicas orientadas a disminuirlo; y no sólo en el público general, menos sensibilizado frente a la enfermedad mental y sus consecuencias, sino fundamentalmente entre los profesionales y personal sanitario, fuente importante de estigmatización hacia quienes presentan un diagnóstico psiquiátrico.
Por Sandra Saldivia Bórquez
Doctora en Psicología, Profesora Titular, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC