El consumo riesgoso o dependiente de alcohol y otras drogas, es una problemática social presente históricamente en Chile. Por ende, se reconoce la importancia de su abordaje efectivo y anticipado. En esta materia, el estudio nacional de drogas, población general, refleja que la prevalencia del consumo de alcohol asciende a un 48,9% de la población, y de los que consumen, aproximadamente el 50% lo hace excediendo los límites recomendados (SENDA, 2014). Chile es el país con mayor consumo de alcohol puro per cápita en América Latina con 9,6 litros. Los chilenos, concentran en 1,6 días el consumo de alcohol de la semana, y los jóvenes (15-24 años) beben en promedio ocho tragos estándar (112 gramos de alcohol puro aproximadamente) (OMS, 2014).
Respecto a población escolar, donde el consumo de alcohol y otras drogas es especialmente preocupante, debido a la etapa de desarrollo en que los niños/as y jóvenes se encuentran en este periodo de sus vidas, los datos del estudio nacional de drogas en población escolar (SENDA, 2015), revelan que el uso de alcohol entre estudiantes se ha estabilizado respecto al estudio anterior del año 2013, sin embargo, sigue siendo alto. La prevalencia de consumo en el último año es de un 31,2%.
Estas cifras muestran que el consumo de alcohol, es un tema de salud pública que merece más atención, debido a sus determinantes y limitaciones culturales, ético-legales, políticas, económicas y tecnológicas que tienen un impacto en los individuos, las familias y la sociedad. De esta manera, exige atención no solo de los padres y tutores de la juventud, sino también de la sociedad, los educadores, los profesionales de la salud y la comunidad científica (Eckschmidt, Andrade, & Oliveira, 2013).
Por lo mismo, como cualquier otro fenómeno relacionado con la salud-enfermedad, el consumo de drogas y la drogodependencia son conceptos socialmente construidos. El condicionamiento químico es esencial para iniciar la adicción, pero la verdadera ansia adictiva se conforma a través de un estilo de vida adictivo, o cultura de las ansias adictivas, que se construye en grupo, pero también en permanente interacción con las interpretaciones sociales sobre las drogas y sus usos, y con las circunstancias socio-económicas del contexto (Comas, 2005).
En consecuencia con lo anteriormente planteado, se considera de suma relevancia considerar los aspectos sociales subyacentes en este fenómeno e intervenir sobre los determinantes sociales de la salud, potenciando políticas sociales promocionales y preventivas como las desarrolladas por diversos servicios e instituciones, las que deben ser sustentadas en una política nacional de prevención del consumo de alcohol y otras drogas, lo que incluye la evaluación constante de dichos programas.
Por Viviana Blanco Castro
Alumna Doctorado en Salud Mental, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC