A nivel mundial existe una tendencia global de envejecimiento de la población, de la que Chile y la Región del Biobío no están ajenas.
Este envejecimiento ha ocurrido de forma acelerada. En nuestro país, en 1992 las personas mayores de 60 años constituían el 9,8 por ciento de la población y en 2002 este porcentaje subió al 11,4; siendo 1.717.478 los mayores de 60 años. De ellos, 959.429 eran mujeres y 758.049 eran hombres. Por ejemplo, en el año 2002 en Chile vivían 1.141 personas mayores de 100 años y de ellos, 669 son mujeres y 472 hombres (Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, 2002) y seguramente este año este número será mucho mayor.
Los factores asociados al envejecimiento poblacional son múltiples, entre los que destacan el aumento de la esperanza de vida debido al desarrollo económico y social, la mejora en las condiciones de salud y de las prestaciones sanitarias, la disminución de la mortalidad sobre todo en edades avanzadas, la inmigración de personas jubiladas o la emigración de jóvenes, la disminución de la natalidad, etc.
El hecho de que se viva más, conlleva mayores probabilidades de sufrir enfermedades crónicas e invalidantes, aumentando la invalidez, la discapacidad y la minusvalía. También, se está produciendo un incremento de la prevalencia de algunas enfermedades neurodegenerativas, que se relacionan con el fenómeno del envejecimiento, fundamentalmente los diferentes tipos de demencia, como la enfermedad de Alzheimer, Parkinson y el accidente cerebrovascular (Bazo, 1998).
En el proceso de envejecimiento es posible adquirir deficiencias, discapacidades o minusvalías. Las deficiencias implican cambios cuantitativos que pueden preverse y a los cuales es posible adaptarse (por ejemplo, la pérdida de masa muscular por falta de ejercicio o movilidad escasa). Las discapacidades conllevan la pérdida objetiva de alguna función (presbicia, presbiacusia). No obstante, ni unas ni otras implican un reordenamiento de la forma de vida, a diferencia de las minusvalías (dificultad para alimentarse, asearse o deambular). Son estas últimas las que potencialmente generan incompetencia y/o dependencia (Fernández-Ballesteros, Moya, Íñiguez & Zamarrón, 1999).
Esto lleva a los profesionales de la salud a ocuparnos de una población envejecida, con patologías propias de esta etapa de la vida, y otras que pueden ocurrir en cualquier etapa, pero que son muy diferentes a las de etapas más jóvenes. Entonces, sí consideramos el envejecimiento como un proceso de ritmo modificable, irreversible y universal, poblacional e individual. Un PROCESO, que parte desde antes de nacer y que termina en el fallecimiento, y TODOS pasaremos por esto. Depende de factores socioculturales, de cada persona, su familia y del sistema sanitario si este envejecimiento será saludable o patológico, considerando a este último como la visión negativa y la no aceptación de la propia vejez. Y quiero destacar que la ausencia de enfermedad no es necesariamente un envejecimiento saludable, sino que lo es la aceptación del envejecimiento como una etapa más de la vida, en que ya no tenemos la misma fuerza, ni rapidez, pero tenemos experiencia, paciencia, entre otras cosas. Eliminando así, los mitos y prejuicios que tenemos ante la vejez propia y de los otros.
Los sistemas de salud y los que trabajamos en ellos, debemos estar preparados para atender a esta población envejeciente tanto para fomentar un envejecimiento saludable, tratar el envejecimiento patológico, como para prevenir y tratar las patologías propias en la vejez, que tienen formas de presentación y de manejo diferentes en esta etapa.
Se requieren profesionales, no sólo de salud, que tengan conocimiento del viejo, de sus diferencias, de sus potencialidades, y que trabajen en equipo. Por lo que en el área de la salud mental es necesario tener unidades de psicogeriatría/psicogerontología tanto a nivel educacional como asistencial, para así atender al viejo lo mejor posible y crear nuevos profesionales preparados para atender hoy y a futuro a una población crecientemente envejecida.
Por Alejandra Flores Zamora
Médico cirujano especialista en psiquiatría, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC