Se ha visto que la violencia contra las mujeres es producto de un contexto histórico y sociocultural, donde se reproducen patrones y dinámicas en las cuales el factor predominante es el machismo. Éste está estrechamente ligado al patriarcado, que consiste en una forma de organización política, económica, religiosa y social, cuya base es la autoridad y el liderazgo del hombre sobre la mujer.
Esta toma de poder histórico por parte de los hombres surgió en los pueblos primitivos. Las civilizaciones posteriores fundaron sus cimientos en este sistema patriarcal, en el cual el varón ocupaba un lugar de poder y privilegio, mientras que a la mujer solo se le consideraba útil para la procreación. Este orden jerárquico ha sido perpetuado a través del machismo, consistente en actitudes o prácticas con las que se busca mantener en situación de inferioridad y subordinación al sexo femenino. Se ha visto que esta ideología es socializada desde el nacimiento y a lo largo de la vida, teniendo como consecuencia una firme resistencia al cambio por parte de la sociedad. Prueba de ello, es cómo la violencia de género perdura hasta la actualidad, siendo el femicidio su forma más extrema.
Este concepto fue utilizado por primera vez por Diana Russell en 1976, definiéndolo como el asesinato de mujeres realizado por hombres por motivos de género, como odio, desprecio, placer o sentido de propiedad sobre la mujer.
Según la legislación chilena, el femicidio es el asesinato de una mujer realizado por quien es o ha sido su esposo o conviviente. Se estima que ésta es la séptima causa de muerte prematura en mujeres en el mundo.
La Organización de Naciones Unidas informó que el año 2012 fueron asesinadas 92.766 mujeres, en 52 países, de las cuales el 47% lo fue a manos de su pareja. El año 2017 se registraron en Chile 44 femicidios consumados y 115 femicidios frustrados, y al 21 de junio de 2018 ya se registran 18 femicidios. A pesar de la modificación de la legislación y el aumento de las penas, se ha visto que el problema persiste.
Dentro de los gatillantes asociados al femicidio, se han identificado el deseo de la mujer de terminar la relación, celos por parte del hombre y sospechas de infidelidad. Es decir, el hombre actuaría impulsado por la amenaza de perder lo que consideraría de su propiedad.
La Organización Mundial de Salud ha propuesto diversas medidas a tomar, dentro de las que se incluyen la implementación de programas escolares de prevención de violencia en el pololeo, promover la emancipación de la mujer y reducir el acceso al alcohol. Sin embargo, dado que el origen del problema corresponde a una ideología tenazmente arraigada en la sociedad, no es posible pensar en una solución a este problema, sin abordar este punto. Es así como la formación en materia de igualdad de género desde la infancia, campañas de sensibilización en la población, y la elaboración de leyes y políticas públicas con una perspectiva de género, son fundamentales para modificar las normas culturales y poner fin a este tipo de violencia.
Por Daniela Rössle Cerón
Residente de Psiquiatría Adultos, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC