Si olvido las llaves ¿estoy perdiendo la memoria? ¿Qué es el deterioro cognitivo leve?

Una de las grandes preocupaciones a medida que avanza la edad es si estamos perdiendo la memoria o nuestras capacidades funcionales en general. Comenzamos a temer el padecer de Enfermedad de Alzheimer.
A pesar que no es la única forma de demencia, sí es la más frecuente y el factor de riesgo principal para ella e inmodificable es la edad, ya que no podemos evitar o manejar el paso del tiempo.
Sin embargo, previo a esto está el deterioro cognitivo leve (DCL), el cual se encuentra entre el envejecimiento normal y la demencia en sus estados iniciales haciendo que esto sea muchas veces difícil de diferenciar.
La prevalencia estimada de deterioro cognitivo leve en los estudios basados en la población varía entre el 10 y el 20% en personas mayores de 65 años y la importancia de saber reconocerlo se debe a que estos pacientes tienen mayor riesgo de demencia.

El DCL es un es un estado anormal. El National Institute on Aging y Alzheimer Association definen conceptos importantes para su diagnóstico que son:
1. Preocupación respecto al cambio en la cognición, lo que es evidente en comparación con el nivel previo de la persona. Esta información es aportada por el paciente, un informante que conoce bien a la persona o del médico o clínico que lo conoce.
2. Declive en uno o más dominios cognitivos, que es mayor al esperado para su edad y su nivel educacional. Si hay evaluaciones repetidas disponibles, entonces una disminución en el rendimiento debería ser evidente a lo largo del tiempo. Este cambio puede ocurrir en una variedad de dominios cognitivos, incluyendo la memoria, la función ejecutiva, la atención, el lenguaje y las habilidades visoespaciales. Un deterioro en la memoria episódica, se observa con mayor frecuencia en pacientes con DCL que posteriormente progresan a un diagnóstico de EA.
3. Preservación de la independencia en las habilidades funcionales, es decir, las personas generalmente tienen problemas leves para realizar tareas funcionales complejas que solían realizar anteriormente, como pagar facturas, preparar una comida o ir de compras. Pueden tomar más tiempo, ser menos eficientes y cometer más errores al realizar tales actividades que en el pasado. Sin embargo, generalmente mantienen su independencia de función en la vida diaria, con ayudas o asistencia mínimas.
4. Sin demencia, es decir, los cambios cognitivos deben ser lo suficientemente suaves como para que no haya evidencia de un deterioro significativo en el funcionamiento social u ocupacional.

El DCL se puede presentar como amnésico o no amnésico. El primero, el cual es más frecuente, se caracteriza por el deterioro clínicamente significativo de la memoria olvidan información importante que ellos previamente recordaban fácilmente como citas al médico, conversaciones telefónicas o eventos recientes, como una noticia importante. Esto puede pasar desapercibido por un observador casual, lo que implica que la información de seres cercanos sea de suma importancia. Otras capacidades cognitivas, como la función ejecutiva, el uso del lenguaje y las habilidades visoespaciales, se conservan relativamente en este tipo de DCL, pero se afectan en el segundo.

Una forma de evaluar esta condición es mediante evaluaciones neuropsicológicas, siendo un test de screening el Montreal Cognitive Assesment (MOCA), el cual puede ser aplicado en la consulta de un médico general siguiendo las indicaciones propias del test que implica sólo algunos minutos de la evaluación.

Existen algunas situaciones particulares que pueden determinar un test alterado y que son reversibles como son la depresión, o el efecto adverso de algunos medicamentos, traumatismo, comorbilidades médicas y otras.

Si bien para el diagnóstico la evaluación clínica es lo más importante, ya que no existen pruebas de laboratorio específicas para él, una de las preocupaciones es saber si desarrollará EA. Actualmente existen elementos que pueden orientarnos en esa dirección, sin embargo, no se usan de manera habitual, como son: estudios genéticos donde la presencia de uno o dos alelos ε 4 en el gen de la apolipoproteína E (APOE) es la única variante genética ampliamente aceptada como riesgo creciente de demencia de aparición tardía de EA. También para investigación se utilizan biomarcadores, como la evidencia de proteínas clave depositadas en el cerebro como la proteína beta-amiloide (Aβ) y Tau. Esto se puede medir en el líquido cefalorraquídeo (LCR).
Lo que sí se utiliza más regularmente son los estudios de imágenes como la tomografía por emisión de positrones (PET) que detecta la presencia de amiloide y la evaluación mediante Resonancia Magnética que permite medir el volumen del hipocampo el que sí está por debajo del percentil 25 para la edad y sexo tiene mayor riesgo de progresión a demencia en un periodo de 2 años.

Debido a que no todos los pacientes evolucionan a EA, es importante hablar del riesgo, pero no etiquetarlos como una EA.

En relación al tratamiento no hay ningún fármaco aprobado por la FDA para tratar el DCL, ya que en los estudios realizados no ha habido una reducción significativa en las tasas de progresión a demencia entre los pacientes que han sido tratados con agentes utilizados para tratar la enfermedad de Alzheimer (donepezil, galantamina y rivastigmina), sin embargo, si se sospecha que el paciente tiene mayor riesgo de EA se ve que se utilizan en la práctica clínica.

Existe alguna evidencia de un beneficio potencial de la rehabilitación cognitiva, el manejo de factores de riesgo cardiovascular como hipertensión arterial, hipercolesterolemia, diabetes mellitus.
Es así que tanto la alimentación como el ejercicio se convierten en elementos importantes de la prevención. Se sugiere la dieta mediterránea y, el caminar a paso ligero durante 150 minutos por semana ya que ha demostrado una mejor función cognitiva en una evaluación a 6 meses.

De esta forma, frente a lo planteado previamente es importante consultar y mantenerse en control, ya que tendemos a minimizar los cambios y atribuimos todo a la edad. Esto hace que se retrase el diagnóstico y las posibilidades de intervención.

Por Marcela Rocha González
Profesor Asistente, Departamento de Psiquiatría y Salud Mental UdeC

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